RAFAEL REIG, LO QUE NO ESTÁ ESCRITO



Este era el problema de la lectura, proyectas sobre el texto la sombra de tus deseos o de tus temores, tu propia sombra que oscurece la página hasta que sólo lees lo que esperabas leer, y todo trata de ti, y si hay una mujer muerta, no puede ser una simple montaña, ni siquiera otra mujer, qué va, tienes que ser tú, tu propio cadáver, quién si no. Lees lo que no está escrito y, a partir de ahí, construyes al autor a la medida de tu lectura. Porque no es el autor el que crea el libro, sino al contrario: es el libro el que, para ser leído, exige un autor y por lo tanto lo construye a su imagen y semejanza.
Rafael Reig, Lo que no está escrito, Tusquets, 2012, p. 175

Todas las novelas de Rafael Reig rezuman posmodernidad y Bertold Brecht. En este caso no mezcla historia, novela negra y ciencia ficción como en Sangre a borbotones, Guapa de cara o la imprescindible Todo está perdonado, sino que traza un mapa de la intimidad de una pareja divorciada a las malas con un hijo envarado con una reflexión sobre el proceso de lectura y la seducción del texto (en este sentido es una novela complementaria a la magnífica Black, black, black de Marta Sanz donde el detective yerra por dejarse seducir por el discurso).

La exmujer lee una novela negra pulp escrita por el exmarido, mientras éste y el hijo pasan un fin de semana en la sierra de Guadarrama. La mujer lee la novela en los términos de la vida privada pasada con el marido y, a partir de ella, extrae distintas conclusiones vacilantes y todas homicidas. Procede la seducción inversa: el terror.

Y, como toda intimidad desnuda, es obscena y barrueca.


Uno de los grandes aciertos de la novela es que la lectura de la exmujer se contagia y el lector acaba también anegado en terribles presagios sobre las intenciones de un exmarido violento y alcohólico. El primer texto, la novela negra, es entonces el texto macabro de la venganza planeada por el exmarido, donde se narra una trama clásica de secuestro hard boiled. Lectura que alcanzamos en el segundo texto, la lectura de la exmujer durante un fin de semana aburrido –donde, dicho sea de paso, parece querer demostrar la máxima lacaniana de que no existe la relación sexual.

Finalmente, nosotros llegamos al tercer texto, el viaje de padre e hijo por el Guadarrama, en el que proyectamos la lectura de la exmujer. Casi nos relamemos con la promesa de una crueldad incomprensible, devastadora. No os diré si da cumplida satisfacción a nuestro sadismo lector o nos deja con el placer de la frustración. Los tres textos se desarrollan sin perder nunca una atmósfera angustiosa y terrorífica en la que cada leve gesto es interpretado al menos en dos direcciones distintas.

Otro de los grandes aciertos de la novela es el funcionamiento ambivalente y contradictorio de los sentimientos; El amor y el odio no parecen nódulos monistas, sino que se encuentran encallados en su doble significación el odio y el miedo son sinónimos de amor y deseo. Las caricias restallan, los besos vejan, la cópula aísla.

Y aquí es donde aparece Brecht –aparte de una referencia obvia a la Ópera de los tres peniques-, todo este juego de lecturas y seducciones nunca termina su ciclo porque siempre se introduce un elemento de distanciamiento, de humor, de escaqueo (como las narraciones de las dos masturbaciones, que son mucho más que un adorno pulp), de desaparición de toda seducción y. devueltos a la inteligencia de nuestra posición, nos vemos impelidos análisis. La dialéctica narrativa se abre en todos los sentidos y cuestiona el mismo proceso de la lectura. Como decía Chandler, lo más importante en una novela negra es encontrar un atisbo de realidad. ¿Dónde? En Lo que no está escrito.