EAGLETON, Terry, Por qué Marx tenía razón





Es el capitalismo, no el marxismo, el que comercia con futuros. p. 73
El gran igualador no es el socialismo, sino la forma de la mercancía. p. 158
El poder puesto al servicio de la causa de la emancipación humana no debe ser confundido con la tiranía. p. 198
Terry Eagleton, Por qué Marx tenía razon, Península. Barc.. 2011

Tras el éxito de mi reseña de No llames a casa, iba a volver sobre la novela negra. Pero, me dije: ¿tan pronto me voy a plegar a los intereses del público y al halago fácil de la masa? No. Así que una reseña sobre un ensayo divulgativo y, además, de marxista. Así nunca llegaré a nada.

Por qué Marx tenía razón de Terry Eagleton plantea en diez sencillos capítulos solución a las diez críticas más comunes al socialismo (como sistema económico) al comunismo (como organización política) y al marxismo (como significante extravagante e incómodo bajo el que se engloba generalmente desde la atrocidades de Stalin o Mao hasta el proyecto material emancipador jamás elaborado) desde los textos de Marx de Engels. Y de casi nadie más.

Aquéllos que ya hayáis leído alguno de sus mejores textos -Walter Benjamin o hacia una crítica revolucionaria, Una introducción a la teoría literaria o Las ilusiones del posmodernismo- quizá os sintáis decepcionados, aunque mantiene en buenas dosis la capacidad de sarcasmo en la escritura y, por supuesto, la argumentación sorpresiva en términos de efectos políticos (ya dijo en otro lugar: no querer trabajar mucho es un buen motivo para ser socialista) que en términos de verdad (violada y subida al trastero por obsoleta) y corrección (artilugio estructuralista al que yo mismo tengo apego y miro con arrobo).

Para los demás es un buen acercamiento a Marx. Despeja mucha dudas y prejuicios heredados desde el igualitarismo –ese deseo inconsciente burgués de que donde va un comunista se impone la moda uniforme-obrero o uniforme-soldado (quien quiera ver uniformes que se pase por una clase de secundaria)-. El terror estalinista, el supuesto determinismo Infra/superestructura, el aún más supuesto materialismo vulgar (es cierto que hay marxistas vulgares, pero ha habido gilipollas que se creían seguidores de Wittgenstein que ha repercutido menos en las masas, incluso ha habido gilipollas a secas), la conceptualización del estado, la relación con la violencia armada e incluso su relación con el ecologismo, la política poscolonialista y el feminismo (Eagleton no lo recuerda, pero la primera mujer ministra fue Alexandra Kolontai –que entre otras cosas se enfrentó a Lenin con La bolchevique enamorada y Stalin no tuvo arrojo suficiente para procesarla-).

Tiene momentos rompe prejuicios encomiables como su lucha contra el supuesto igualitarismo marxiano: la única igualdad es en el capitalismo, todo y todos somos intercambiables por una sola cosa: el dinero. La igualdad existe si entendemos todo y a todos como mercancía. Tiene partes débiles como la defensa de la URSS centrada en que no se hablan de las atrocidades capitalistas porque han vencido.

Quizá en el único momento que se mete en polémica dura –la mayor deficiencia, porque no ha querido tratar a Lenin sea la función del Partido o si es necesario el Partido- es cuando le da un par de mandobles bien dados a Saïd. Saïd no sólo escribía en El País sobre Palestina, sino que a través del éxito de El orientalismo –una episteme robada por igual a Foucault y a los progres más ñoños e imbéciles del mundo anglosajón (algo que hubiera hecho vomitar, creo, a Foucault)- donde neutraliza toda la fuerza emancipadora de la lucha descolonizadora de los pueblos de oriente próximo (porque para Saïd Oriente es árabe).

Elude las dificultades teóricas fundamentales: valor de uso/valor de cambio; utiliza la alienación, aunque trata de no reducirla a un esencialismo. Sin embargo, se expone en cuestiones candentes como la hipertrofia del estado o si es mejor la autogestión obrera sobre el resto de formas de organización del trabajo.

En fin, dicen que con la crisis se dispararon la venta de los textos de Marx en Alemania, aquí no creo que se dispare nada que no sea un arma o lo retransmita Mediaset, pero si en un momento de estupor, duda o cabreo se te ha ocurrido leer a este muerto que entierran tantas veces que empiezo a pensar que está vivo (le robo la idea de Derrida), ésta es una buena introducción con flema inglesa.