REICHMANN, Jorge, El común de los mortales


Con la palabra bienestar  te cortan los tendones
y ni te has dado cuenta
y das las gracias
REICHMANN, Jorge, “La cultura de la satisfacción”, El común de los mortales, Tusquets, Marginales, n.º 272, Barc., nov., 2011, p. 120


Riechmann me robó la inteligencia cuando leí El día que dejé de leer EL PAÍS; aquellos poemas entre ready made y el situacionismo en los que se enfrentaba al entonces intocable grupo PRISA, al supuesto periódico independiente de la mañana –algo que tiene muchos costes mediáticos en este país. Después lo abandoné, Amarte sin regreso no me dijo nada –quizá porque hace mucho que pienso que la literatura tiene cosas más importantes de las que hablar que de la monogamia o monoandria. Pero con El común de los mortales me he reencontrado con él, con la parte más beligerante, anticapitalista, humanista y socialista y he comprendido la importancia de su lírica amorosa –que los prejuicios no me dejaban ver.
La poesía de Riechmann se ancla en la consideración de que la circulación de mercancías –todo y todos convertidos en mercancías- equivale a la muerte, la sonrisa tanática /de la mercancía. El capitalismo equivale a muerte, que, en este punto, es sinónimo de destrucción, Crecimiento del 3% /para apuntalar los beneficios del 20%: /a eso lo llaman economía //y nosotros sabemos que es /la destrucción del mundo.
La destrucción que significa el capitalismo no es meramente simbólica, sino real y muy cercana, Vivimos en una sociedad /-decía Frederic Jameson hace ya muchos años- /donde resulta más fácil imaginar el fin del mundo /que el final del capitalismo //Y sin embargo /el capitalismo no tiene siglos por delante de sí: /solamente decenios.
Y esos decenios son fruto del desastre ecológico, el ecocidio que llevará a la muerte especies y animales, quizá se salven algunos humanos, Por otro lado /ni siquiera los causantes del estropicio /vamos a recibir el castigo que colectivamente /sin duda nos merecemos: //los seres humanos somos /supervivientes natos //(Por no apelar más que a experiencias /locales y recientes: /¡Pero si hemos sobrevivido a José María Aznar!) //Quiero decir que quedarán /algunos bosquimanos en el Ártico /transformado eso sí en Mediterráneo.
Esta destrucción capitalista está sostenida por dos elementos. El primero, la banca privada, para no extendernos mucho copio entero el poema “Dos cosas incompatibles con la civilización”: EL daño al débil /y la banca privada.
El segundo, el pecado, el único pecado en la sociedad griega, de hybris, el exceso de confianza en la tecnología que ha sido elevada de herramienta a configurador ontológico de la sociedad, a la palabra con mejor prensa de todas: Los hechos son los hechos /pero las percepciones definen la realidad //dice la cita famosamente atribuida a Einstein /que ha hecho suya el gremio del marketing /como un solo hombre //Cada vez que uno de estos insensatos gladiadores /me mienta al famoso físico contesto: //los bits de información /no sustituyen al pan //pero cuando queráis daros cuenta /será tarde [las cursivas son de Riechmann].
Enfrentada a ella se sitúa otra muerte, la muerte fenomenológica de todos los individuos, donde se centra su humanismo, que es bella en cuanto es devenir consciente y lucha histórica, Y el esplendor de existir /mortales, erguidos, conscientes /junto a la rosa que muere.
La vida, incluida la humana, somos /un instante /en la belleza del mundo, es hermosa  por su intrínseca fugacidad por su mortalidad –todavía no conversa a caducidad.  Vida o pronombre que ha de subsumirse en los intersticios de las personas gramaticales para que el yo vaya perdiendo su abominable omnipresencia, EL número de veces que aparece en el texto /la partícula yo /es inversamente proporcional /a la calidad del discurso //Aunque a primera vista /parece una regla de estilo /si uno lo piensa bien se trata sobre todo /de un principio moral.
La desaparición del yo como eje de todo discurso y acto, la desaparición del egoísmo posmoderno, está configurado en el eje del amor. El amor es un entre y no un hacia ni un en o un gesto posesivo, es decir, el amor construido más allá del capitalismo  imperante sería la construcción de la subjetividad como el espacio mismo que configura la relación, Somos lo que hay entre tú y yo /entre yo y nosotros //[…] mas sin olvidar nunca que si desmedra /el espacio entre /si se cercenan esos vínculos /decaen la carne y el ánima. O: Como letras en la página /que han recorrido tantos ojos descreyentes en la superstición de la inocencia: /quizá leamos las palabras común, comunidad, comunismo [Íbid].

            No te olvides de vivir
           decía Goethe

           No te olvides de cómo el capital financiero
           domina el mundo y lo destruye
           hemos de completar