CARLOS ZANÓN, NO LLAMES A CASA, RBA, Barcelona, 2012






Siempre he pensado he pensado que es más fácil matar que decir la verdad.
Carlos Zanón, No llames a casa

Si alguno de vosotros no ha visto ya comentada esta novela, puede ser que viva en Babia, pero desde luego no se ha acercado la novela negra en tiempos. Los más habréis visto que comparan a Zanón con JimThompson (como hablamos del nuevo Messi, del nuevo Ronaldo o del nuevo consolador que te ha dejado obsoleto, cariño). Nadie está a la altura de Jim Thompson, siquiera Jim Thompson está a la altura de Jim Thompson. Esto aparte, Zanón refulge en el parnaso como una esmeralda en una mierda de perro fresca.

No quiero desvelar la juntura de las dos historias que no corren paralelas. Pero, al menos yo como lector, si se llega tarde a descubrir que el anodino adulterio pequeño-burgués es capaz de perturbar mucho más la vida marginal del lumpen que a la inversa, se te agarrotará el estómago; explotación, carne cruda, indigestión para estómagos amanerados.

Inocuo si digo que el título hace referencia a la diferencia de poder (de poder hacer, porque poder es un verbo y no un sustantivo) en un adulterio entre quien ya ha roto con la pareja y quien continúa con ella; la balanza se inclina siempre hacia el que tiene alguien a quien culpar de todo en casa. No llames a casa, aunque estés solo, aunque te vuelvas loco, aunque imagines cien formas de separarme de mi marido.

Mientras tanto en el arroyo se desarrolla otro triángulo amoroso; éste sin niños que van a colegio de pago, sin garajes, ni trabajos (legales) remunerados. Un triángulo amoroso que se degrada con la consunción yonqui de ella, la única capaz de soterrar que las motivaciones reales son simplemente económicas.

Es preciso aclarar que los triángulos no funcionan como espejos -pobrísimo  (¿alguien sigue usando paupérrimo?) recurso estructural- donde se reflejen más o menos deformados (el callejón del Gato queda demasiado alejado de Barcelona), sino que colisionan y, en consecuencia, destruyen la creencia de la posibilidad de una relación -como podría afirmar sobre el lenguaje- sobre la verdad (la sinceridad o lo que sea). Los andamios de la ficción, de la mentira, del fantasma (entendido como acoso del deseo) y de la ausencia.

Me gusta además de la novela que se huela España, la España real, en cada línea. España en la primera escena de No habrá paz para los malvados que huele a ajo y queso y suena a máquina tragaperras. Adoro que la cita de entrada de la novela sea de Lou Reed (la tercera forma de la divinidad musical junto a Tom Waits y Bob Dylan) y que pertenezca a Coney Island Baby, (And you find that your soul, it's been up for sale

Sin embargo, lo mejor son los diálogos reales como las suelas de unos zapatos viejos. Lo insoportable, aterrador e imprescindible son la sordidez, la mediocridad, el egoísmo atroz, la hipocresía, la puta vida real que penetra a raudales como en las viejas canciones de Lou Reed: el asesinato premeditado como forma de amor.