-¿Por eso lo hiciste?
-¿Yo?- Mads se echó a
reír- Yo soy inocente. Jon Karlsen. Nosotros los privilegiados, siempre lo
somos, eso ya deberías saberlo. Siempre tenemos la conciencia tranquila porque podemos
comprar la de otros. Los que existen para servirnos se encargan del trabajo
sucio. Es la ley de la naturaleza.
Jo Nesbø, El Redentor
Tengo que reconocer que la
novela negra nórdica no me gusta; en realidad me toca los huevos. Tanta
socialdemocracia mal disimulada (lean a Mankell o vean la adaptación televisiva
con Kenneth Branagh, Wallander, el
apalancamiento de los conflictos, la búsqueda del consenso, la responsabilidad nunca se
deriva de la metrópolis –salvo porque no abuse de la injerencia- el policía tan
bondadoso y falsamente ambiguo (no porque sea sirviente del Estado, sino porque nunca hay dilema, todo está decidido a priori), la moralina. Me toca
los huevos que cojan a Hammett, Thompson, Himes, Goodis o Chandler en un
candidato a la presidencia de una ONG de sobrealimentados amiguitos de desnutridos en África. Y por eso prejucio casi me quedo sin leer a Jo Nesbø no es así.
Empecé por El Redentor, la sexta de la serie del
detective Harry Hole (un detective que se parece mucho a Matthew Scudder de
Lawrence Block). El antagonista aparente lo constituye un soldado de la guerra
de Yugoslavia que se convierte en asesino profesional (creo que éste es de los
pocos trabajos que, aunque se externalicen, todavía no contratan becarios para
ahorrarse hasta el sueldo). Lo primero que pensé fue; ya está, otra mierda
xenófoba con rostro humano (me explico, existen dos tipos de racismo básicos:
el cerril –echemos a los extranjeros porque huelen mal, porque han nacido en
otro sitio, porque tienen la nariz chata, etc.- y el racismo con rostro humano
–mejor es preocuparse un poquitín por ellos para que no vengan aquí, porque, si
seguimos así, alguno llegará a vivir en mi barrio y tendré que llamar a la
policía para que lo detenga). Pero estaba equivocado. El pobre asesino, sólo es
un hombre que busca ingresos pero que manipulado por un malvado pederasta para
cubrir su ascenso en una ONG que cuida pobres autóctonos -que en Noruega hay. Además transcurre en Navidad.
Me entretuvo tanto que seguí por
Némesis, la cuarta de Harry Hole (ya
sé que no he ido en un orden muy estricto). Esta novela usa también al
extranjero, esta vez una gitana centroeuropea cuya familia huyó de los
búnqueres de Enver Hoxha, en una trama, como claramente indica el título de una
venganza, a la que se le suma un ladrón de
bancos perfeccionista (aunque no esperéis a Brad Pitt en Ocean’s Eleven) Mientras que Harry busca
la venganza de su compañera, asesinada en alguna novela anterior de la serie.
Ambas abusan del suspense por
postergación (algo se descubre y no sabes qué es hasta tres páginas después) y
del cambio de foco y escena en la narración (esa puta manía que se ha adoptado
de las malas teleseries), pero es efectivo, las quinientas páginas se pasan en
un plis. Quizá lo más desagradable fue asignarle a uno de los personajes,
Beate, una improbable enfermedad, gyrus
fusiforme, cuya principal consecuencia es que la paciente recuerda y
reconoce todas las caras que ha visto, aunque sólo se cruzaran por la calle.
Sin embargo, las motivaciones de los crímenes son verosímiles.
Harry Hole se parece a todos los
detectives alcohólicos que, desde que está mal visto serlo, intenta
rehabilitarse con sus remordimientos, con su salvación incumplida… En realidad es como todos, no juega partidas
de ajedrez con Casablanca, pero parece un especialista en múscia rock al que no
le gustan los Stones y, aunque escuchaba de joven punk rebelde, prefiere Kings
of convenience o Stone roses. Un buen detective para una tarde de domingo en
casa.
En El redentor se hace referencia a un caso anterior en el que Harry
desmonta una trama de tráfico de armas dirigida desde dentro de la policía, en Némesis hace referencias a la
investigación paralela que lleva Harry sobre el tráfico de armas. Así que tuve
que leer la quinta de Harry Hole, La
estrella del diablo, donde tras una buena dosis de parodia sobre los
asesinos en serie, Harry da cuenta de la trama de corrupción de la policía de
Oslo.
No es Harry Hole, sin embargo,
el protagonista de Headhunters. Tampoco es Brad Pitt, aunque también sea ladrón. Headhunters es un thriller, pero no al
uso. Después de tanta bazofia de asesinos en serie que se reprodujeron como
pelusas en mi pasillo tras el éxito de El
silencio de los corderos, está bien una película que te enseña todos los
elementos y aún así sorprende. La trampa de la película radica, junto a un par de molestas muestras de propaganda mercantil demasiado obvias, en un gel con
localizador por GPS que se adhiere todo lo que toca, pero no se oculta al espectador.
También maneja con maestría la urdimbre de una trama amorosa con la puramente
económica. Yo que tú iría a verla.