Tras este repaso a los grupos de comunicación no puede haber ninguna
duda en recurrir al término “traficantes” como el que mejor los identifica,
puesto que hemos encontrado fraudes fiscales, especulaciones urbanísticas,
violaciones de las medidas contra la concentración, atropellos laborales
mientras altos directivos disfrutan de sueldos millonarios y contratos
blindados, ejecutivos con sentencias judiciales que les implican en connivencia
con la mafia, fortunas nacidas a la sombra del nazismo, empresas que
comercializan armas para dictaduras, implicaciones al más alto nivel con el
franquismo…
Pascual Serrano, Traficantes de información
Traficantes de información. La historia
oculta de los grupos de comunicación españoles es de esos libros que todo
el mundo declara indispensable para un conocimiento crítico de la realidad
española, pero que se postergan porque siempre hay una novelita con escenas
sádicas o masoquistas que atraen más para un vacuo y solitario fin de semana.
Es el motivo principal de que yo no lo haya leído hasta la 3.ª edición. Que ya
está bien. Una vez he terminado de leerlo, lo recomiendo encarecido.
El
texto repasa los grupos societarios, sin distingos porque apoyen al PP o PSOE,
que poseen los principales medios de comunicación españoles, desde su origen a
su política laboral, que quizá llegue a escandalizar más incluso que la
connivencia, más o menos demostrada, con el crimen organizado o la promiscuidad
entre medios supuestamente enfrentados. El dinero hace extraños los
comportamientos y aberrantes las relaciones en el lecho, tanto que el sadismo
deja de ser una parafilia. Vamos a obviar que, por ejemplo, en la editora de El mundo 17 ejecutivos cobran más que
todo el resto de la plantilla junto y que para reducir gastos para pagar los intereses
de la deuda se realizó un ERE que afectó a la plantilla, pero no a los
ejecutivos –digo El mundo como podría
haber dicho El País, ABC o Público-, y desguazaré un poco la
estructura del texto.
El
libro se divide en XII capítulos y un anexo donde se analizan las distintas
editoriales de prensa, radio y televisión. Cada capítulo se dedica a un gigante
acaparador de medios, a un traficante de información: historia, fusiones y
promiscuidades varias, deudas y nuevos poseedores, política laboral y nombres
propios. Salvo el primero, donde se desmontan las afirmaciones de pluralidad,
objetividad, libertad de expresión a partir de los hechos. Y el último, que
reflexiona sobre las consecuencias que para la democracia y la participación de
los ciudadanos en la política la manipulación de la información con el único
fin de obtener plusvalía y otros réditos.
El
libro no es una colección de tropelías anecdóticas, sino que, sobre todo,
indaga sobre quién o quiénes son los que están detrás de cada una de las empresas. ¿Quiénes son los
amos de la palabra? Es la historia económica de los dueños de nuestra opinión,
sus testaferros, sus esbirros, el control de la gestión a través de la gestión
publicitaria, sus secuaces sedientos, sus operaciones inmobiliarias, sus anhelos
de influencia política. Deja fuera la RTVE precisamente porque su interés no
es, en este texto, ver cómo se manipula, sino quién está detrás de cada medio.
Aunque
también hay datos espeluznantes, me sorprendió particularmente que el ministro
franquista y transitivo (de la transición) Martín Villa, del que se cuenta pudo
tener mucha relevancia en la muerte de obreros en la inmaculada concepción del
sistema político actual, fuese el presidente de… (¿Intereconomía?) No,
Sogecable. Una reseña aparte merecería nada más que la entrada de Berlusconi en
España y sus relaciones, alguna incluso demostrada judicialmente, con la mafia
italiana e internacional. Merecería una reseña y una película de terror.
La
solución que propone son los medios comunitarios (las cooperativas de
información, las radios y las televisiones comunitarios) que la crisis ha hecho
florecer como setas a fuerza de precariedad laboral y despidos. Porque nuestros sistemas políticos se fundamentan
en el acceso de los ciudadanos a la información, sólo así éstos pueden contar
con los elementos necesarios para ser hombres y mujeres libres de pleno
derecho. Lo que hemos descubierto debajo de las alfombras muestra la miseria de
quienes se han apropiado del poder de la información y en quienes, voluntariamente
o involuntariamente, hemos delegado nuestro derecho a estar informados.
Este
texto no quiere convencerte de ninguna posición política. Sólo quiere que se
sepa quién está detrás de los que te convencen.