Siempre
he pensado he pensado que es más fácil matar que decir la verdad.
Carlos
Zanón, No llames a casa
Si
alguno de vosotros no ha visto ya comentada esta novela, puede ser
que viva en Babia, pero desde luego no se ha acercado la novela negra
en tiempos. Los más habréis visto que comparan a Zanón con
JimThompson (como hablamos del nuevo Messi, del nuevo Ronaldo o del
nuevo consolador que te ha dejado obsoleto, cariño). Nadie está a
la altura de Jim Thompson, siquiera Jim Thompson está a la altura de
Jim Thompson. Esto aparte, Zanón refulge en el parnaso como una
esmeralda en una mierda de perro fresca.
No
quiero desvelar la juntura de las dos historias que no corren
paralelas. Pero, al menos yo como lector, si se llega tarde a
descubrir que el anodino adulterio pequeño-burgués es capaz de
perturbar mucho más la vida marginal del lumpen que a la inversa, se
te agarrotará el estómago; explotación, carne cruda, indigestión para estómagos amanerados.
Inocuo
si digo que el título hace referencia a la diferencia de poder (de
poder hacer, porque poder es un verbo y no un sustantivo) en un
adulterio entre quien ya ha roto con la pareja y quien continúa con
ella; la balanza se inclina siempre hacia el que tiene alguien a
quien culpar de todo en casa. No llames a casa, aunque estés solo,
aunque te vuelvas loco, aunque imagines cien formas de separarme de
mi marido.
Mientras
tanto en el arroyo se desarrolla otro triángulo amoroso; éste sin
niños que van a colegio de pago, sin garajes, ni trabajos (legales)
remunerados. Un triángulo amoroso que se degrada con la consunción
yonqui de ella, la única capaz de soterrar que las motivaciones
reales son simplemente económicas.
Es
preciso aclarar que los triángulos no funcionan como espejos
-pobrísimo (¿alguien sigue usando paupérrimo?) recurso estructural- donde se reflejen más o menos
deformados (el callejón del Gato queda demasiado alejado de Barcelona), sino
que colisionan y, en consecuencia, destruyen la creencia de la posibilidad de una relación -como podría afirmar sobre el lenguaje-
sobre la verdad (la sinceridad o lo que sea). Los andamios de la
ficción, de la mentira, del fantasma (entendido como acoso del
deseo) y de la ausencia.
Me
gusta además de la novela que se huela España, la España real, en
cada línea. España en la primera escena de No habrá paz para
los malvados que huele a ajo y queso y suena a máquina
tragaperras. Adoro que la cita de entrada de la novela sea de Lou
Reed (la tercera forma de la divinidad musical junto a Tom Waits y
Bob Dylan) y que pertenezca a Coney Island Baby, (And you
find that your soul, it's been up for sale.
Sin embargo, lo mejor son los diálogos reales como las suelas de unos zapatos viejos. Lo insoportable, aterrador e imprescindible son la sordidez, la mediocridad, el egoísmo atroz, la hipocresía, la puta vida real que penetra a raudales como en las viejas canciones de Lou Reed: el asesinato premeditado como forma de amor.
Sin embargo, lo mejor son los diálogos reales como las suelas de unos zapatos viejos. Lo insoportable, aterrador e imprescindible son la sordidez, la mediocridad, el egoísmo atroz, la hipocresía, la puta vida real que penetra a raudales como en las viejas canciones de Lou Reed: el asesinato premeditado como forma de amor.